Abro los ojos...
Me incorporo, unos días con menor dificultad que otras.
Miro mis manos, y sí están ahí, mis pies también...
Desde hace tiempo ya, reviso cada centímetro de mi ser para comprobar que todo sigue ahí. Y cuánto más intento cerciorarme de que todo sigue en su sitio, hay algo que se me escapa. He leído hasta la saciedad, he vivido suficientes experiencias como para contrastar unas con otras... Y no puedo entender por qué, por más que me estudio, por más que intento y hago cosas por evitarlo, no puedo dejar de sentirme una “completa incompleta”. Es una sensación de vacío que tengo en mi interior, aunque me parece de locos, sigo comprobando una y otra vez dónde se encuentra la herida, pero no hay rastro de sangre alguna, no hay brecha abierta. Pero duele, me duele por dentro, en ocasiones no me deja respirar, y a veces ni pensar.
Me doy cuenta que muero de melancolía por algo que jamás he vivido. Lo he buscado encarecidamente, casi de una forma instintiva, he creído encontrarlo, ese algo que puede ocupar el vacío que habita en mi interior... Pero que frustrante es caer en la cuenta que esa pieza que creías encontrar no encaja en tu puzzle de ninguna manera.
¿ Quién no se ha sentido así en algún momento de su vida?
La reacción más habitual: ésta que he descrito, regodearse en el dolor ... Pero a ver, ¡ ya está bien de sensiblerías! Llevo días redactando borradores, intentando tratar este tema, el cual tengo que reconocer que cuando estamos en medio de esa vorágine, es duro y muy complicado verlo claro y actuar en consecuencia. Y sí, podría gastar ríos de tinta haciendo hincapié en el dolor, metiendo el dedo en la llaga una y otra vez, pero, ¿ de qué sirve?
Ya advierto, esta entrada no es una de esas para dar pena, ni para andar dando vueltas a ver dónde diantres está esa herida, ¿ qué mas da? Ya está ahí, ahora toca recuperarse, no perder el tiempo en buscar culpables para odiarlos luego. Es tiempo de seguir para adelante.
Cuando una/o se encuentra así, chicas/os hay que reírse, de todo, de la situación, del vecino, reír absolutamente por todo, hasta de nosotros mismos... Y cuando os deis cuenta, el problema habrá dejado de ser problema.
Y como no, os invito a probar este cóctel, que al igual que estas etapas en las que una/o se siente incompleta/o se superan lentamente, con paciencia y dulzura. Este old fashioned se crea con mimo, lentamente pero sin pausa, deleitándose en la elaboración, escogiendo con cuidado cada uno de los ingredientes, disfrutando del proceso y haciendo disfrutar con ello a los que nos rodean.
Un old fashioned aparentemente clásico, pero con una pequeña variante: la base alcohólica no es bourbon, sino ron.
En dos ocasiones me han ofrecido un cóctel de estas características, y en ambas me abrió los ojos... ¿ Vas a desaprovechar la oportunidad?
Los ingredientes de este old fashioned son:
2 terrones de azúcar de caña.
1 dash de bitter angostura.
1 piel de naranja, pero una grande, nada de escatimar en esas diminutas que hay que acercarse al vaso para ver de qué se trata.
2 cerezas marasca.
1 dash de soda.
Sin saber el verdadero motivo, me doy cuenta de que todos los ingredientes se conjugan de forma que lo dulce palia lo amargo, pero sin eclipsarlo, obteniendo así un sabor equilibrado. Así, un cóctel en el que interviene un sólo alcohol, a primera vista se nos antoja fuerte e imbebible, pero cuando se mezcla con la suficiente paciencia y mimo, se obtiene una auténtica delicia para el paladar.
Y por supuesto, 60ml. de ron, uno que haya sido mimado desde el principio hasta el fin en su proceso de elaboración, delicadeza en su elaboración que le dota de un peculiar sabor, aterciopelado, no excesivamente dulce, pero sí muy cuidado... Pero no, no voy a decir marcas, eso mejor se lo dejo a tu imaginación.
Método de elaboración cuidado hasta el más mínimo detalle. Se mezclan bien los ingredientes. Una vez bien mezclados, se vierten en vaso old fashioned con hielo en rocas, no en cubitos, ni siquiera con una bola, sino con trozos grandes e irregulares de hielo... El hielo nuestro interior, el líquido la pieza que nos falta para limar nuestras aperezas.
Como guinda para esta velada, darle aroma con humo de puro.
¿ Os habéis fijado que nos pegamos la mayor parte de nuestras vidas intentando llenar ese vacío, y cuánto más buscamos, menos encontramos y más nos desesperamos.
Lo reconozco, soy una de esas personas que ha buscado y buscado sin cesar hasta que me cansé... Y fue entonces cuando me di cuenta de que la pieza que me faltaba está justo delante de mí. Y lo más curioso es que llevaba ahí desde hace tiempo y nunca había reparado en ello... Hoy he despertado, y me he dado cuenta de que la pieza que me falta, esa eres tú.
Gracias por invitarme.
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