Mi propósito con esta andadura es expresar mi visión y opinión, extravagantes o no, sobre aspectos de la vida, usando la coctelería como metáfora. Para ello voy a crear mi recetario personal de coctelería.

Mi vida ha estado girando en torno a la coctelería desde hace ya algunos años. Empecé en esto por casualidad y, desde el principio, ha sido un mundo que me ha fascinado. No sólo por el espectáculo que conlleva su elaboración, sino también
porque es una vía a través de la cual se pueden expresar (y provocar) sensaciones y emociones, usando de una manera muy sutil los distintos sabores, olores, colores y formas.

En la coctelería, así como en la vida misma, hay que mezclar los ingredientes adecuados en su justa medida, para así obtener diferentes matices de cada momento. Y, en el saber mezclar los ingredientes, está el secreto del buen vivir.


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jueves, 1 de noviembre de 2012

Old-Fashioned... Para ver colores, mirar en el interior


Gusto de una vida tranquila, repleta de costumbres y hábitos salubres, y sin quererlo caigo en la mala manía de llevar una vida lineal, aislándola de sobresaltos y emociones.
Incluso hay etapas en las que caigo en el error de obsesionarme con llevar a rajatabla hábitos, hasta tal punto de no percatarme que de este modo tan sólo me dedico a ver la vida pasar.

¡ Oh! Pero, ¡ malditas hormonas que hacen temblar mis entrañas, estúpidas ganas de soñar, que hacen temblar mi cotidianidad!

En un abrir y cerrar de ojos los rincones de mi vida se vuelven angostos, y me veo recorriendo sin cesar estos alveolos que son mis costumbres y vicios, hasta que tomo conciencia de que todas esas cosas que antes me reconfortaban ahora me arden cuan hierro candente, devorándome la vida, la carcomiéndomela y volviéndomela gris.

Mi reino por un deseo en esos críticos momentos, que mi vida fuese como un Old- Fashioned.
El origen del Old- Fashioned data de 1880 en el Pendennis Club de Louisville, Kentucky. Y de ahí fue llevado a Nueva York cuando un miembro de dicho club, el coronel James E. Pepper lo llevó al bar del Waldorf- Astoria Hotel.
Hay dos filosofías con este cóctel, los partidarios de la receta clásica, una simple combinación de whisky, azúcar y bitter. Y los partidarios de añadir más sabor añadiéndole fruta machacada.
Personalmente, me declino por la primera vertiente, un claro ejemplo de que en muchas ocasiones, la sencillez esconde en sí misma un amplio abanico de gamas y matices que muy pocos son capaces de apreciar.

En los últimos años me he dedicado a recopilar en mi memoria un sinfín de recuerdos, sensaciones, colores, aromas y sabores.
La entreno para cuando todo quede a oscuras, el día en que mi retina deje de percibir luces, sombras y formas, mi memoria estará repleta de éstos. Y precisamente ahí radica mi esencia, en ese montón de colores y sensaciones que guardo con recelo en mi mundo interior. Gusto de dejar que mi imaginación vuele hacia regiones que la realidad y el sentido común no conciben, disfruto mientras pasea por las nubes, lejos del mundanal ruido.

2 onzas de whisky rye o bourbon: 
El whiskey rye es el whiskey estadounidense por excelencia, antes de que se implantase la Ley Seca era prácticamente el único que se consumía en Estados Unidos. Durante esta etapa de sequía alcohólica, se dejo de producir este whiskey. Y hace sólo unos pocos años que el rye volvió a irrumpir en muchas barras. La vuelta de un clásico, un whiskey robusto, sobrio y hasta me arriesgaría a decir que austero si lo comparamos con el bourbon. Un whiskey especial hecho para  el disfrute de gente especial.

Es evidente que me decanto por usar rye. Sí, soy austera y seca por fuera, como algunos me han descrito, un encefalograma plano, y sólo unos pocos, los que se molestan en mirar un poco más allá, los que descubren mis colores interiores.


1/4 de onza de sirope de azúcar y 3 dashes de bitter:

Pequeñas dosis de sabores tan antagónicos a la par que complementarios entre sí. Porque todos tenemos algo bueno y algo malo, las virtudes y defectos que matizan nuestra esencia.
El papel de estos dos potenciadores del sabor en este cóctel es realzar, aun más sin cabe la belleza interior del rye, sin ornamentos que lo recarguen, respetando la esencia y la singularidad de este whiskey.


Otro dato característico del Old- Fashioned es su método de elaboración. Hay que mimarlo. Enfriarlo poco a poco, sin prisas, verlo crecer, observar como coge forma su personalidad. Sacar sus matices para culminarlo en un vaso on the rocks con la simple decoración de un twist de limón. Y así presentarlo, perfecto al consumidor.


Entreno a mi memoria, para que se llene de colores, para que reproduzca los aromas. Sé que estoy aquí, justo aquí dentro, aunque sólo unos pocos sean capaces de ir más allá para ver mi mundo interior.