Mi propósito con esta andadura es expresar mi visión y opinión, extravagantes o no, sobre aspectos de la vida, usando la coctelería como metáfora. Para ello voy a crear mi recetario personal de coctelería.

Mi vida ha estado girando en torno a la coctelería desde hace ya algunos años. Empecé en esto por casualidad y, desde el principio, ha sido un mundo que me ha fascinado. No sólo por el espectáculo que conlleva su elaboración, sino también
porque es una vía a través de la cual se pueden expresar (y provocar) sensaciones y emociones, usando de una manera muy sutil los distintos sabores, olores, colores y formas.

En la coctelería, así como en la vida misma, hay que mezclar los ingredientes adecuados en su justa medida, para así obtener diferentes matices de cada momento. Y, en el saber mezclar los ingredientes, está el secreto del buen vivir.


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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Teoría de las copas vacías, con Chrysanthemum


Cuan agridulce es el sabor del último trago de esta copa, melancolía es lo que me invade al levantar la copa ya terminada.
Atrás queda el entusiasmo, la indescriptible sensación de no caber en el cuerpo cuando me decidí por este chispeante, electrizante, vibrante cóctel, ... tan, tan... Lleno de sueños e ilusiones.

Fue un placer decidirme por ti, Chrysanthemum, delicado como una flor, contundente como la vida y como su historia. Tentador, apetecible a primera lectura, un cóctel sencillo y fuerte de apariencia; y sobre todo, diferente.

Su primera aparición fue en el libro, Recipes for mixed drinks, en 1916, de Hugo Ensslin.
Y más adelante, en 1930 volvió a aparecer el Savoy Cocktail Book de Harry Craddock, y fue en esta ocasión cuando obtuvo mayor popularidad.
Pero vamos a centrarnos en su creador, Hugo Ensslin, un bartender alemán asentado en Nueva York a principios del s.XX, y trabajó en los ocho o nueve mejores bares de Nueva York de la época. Lo curioso de este señor es que, a pesar de lo grueso de su experiencia y sus conocimientos, nunca fue una estrella, sino que prefirió trabajar arropado en el anonimato.
En 1916, Ensslin autopublicó su libro, una recopilación de recetas de coctelería, el cual no consiguió éxito comercial. Y debido a mi afición de conseguir reliquias de este calibre, me la pido para estas fiestas.
Y lo que más me ha atrajo de este señor fue que, a pesar de estar siempre en la sombra, Ensslin fue una persona de gran influencia en el mundo de la coctelería y la mixología.
Puesto que además de demostrar poseer conocimientos de las bases de la coctelería, creaba sus propios cócteles de forma fundamentada y perfecto equilibrio y balance.

Pero volvamos al chrysanthemum. ¡ Ahh, qué tentadores fueron los motivos que me llevaron a ti! Aparentemente transgresor, bohemio, o por lo menos a mi me lo pareció, al contener entre sus ingredientes alcoholes ya extraños por sí solos, muchos más combinados entre sí. 

French vermouth:

Hecho con diferentes variedades de uva blanca que crecen en la región marsellesa, principalmente Picpoul de Pinet y Clairette.
Este vermouth es madurado, en primer lugar, en barriles de roble canadiense durante ocho meses, esta maduración se produce en almacenes.
Luego se pasa a pequeñas barricas de roble que se llevan a la intemperie que luego se exponen al sol, el viento y las bajas temperaturas del invierno.
Luego se vuelven a almacenar en interior y se refuerzan estos vinos con esencia de frutas y botánicos como por ejemplo: manzanilla, piel de naranja amarga, nuez moscada, cilantro, o clavos.
El resultado final es un vermouth floral, con toques a madera y muy sutil. Seco y refrescante en el paladar, para luego dar paso a notas cítricas, pino y bayas.
En definitiva, la primera impresión no tiene nada que ver con el resultado final. Paulatinamente, pequeños detalles se transforman, de modo que hacen que el conjunto cambie por completo.

Benedictine:
Esa botella tan llena de polvo en el fondo de muchos frentes de barra, forma parte de esos licores que me gusta denominar, “ los poetas muertos”. Esa colección vintage hasta hace muy poco desprestigiada pues, si bien tuvieron su auge años atrás, cayeron en el olvido con el paso del tiempo para dar lugar a otras modas. Y, como todo ciclo vital, la coctelería está volviendo a sus orígenes  y las preferencias en el sector vuelven a esos licores de antaño, volviendo éstas a la palestra para dar luz y sombras y un cierto tono a nuestros cócteles de hoy día. 
Su base es un cognac infusionado por veintisiete hierbas y especias, creado por un monje de la orden benedictina en Normandía, llamado Dom Bernardo Vincelli.
El resultado, tras varias destilaciones, es un licor muy aromático.
La receta se extravió durante la Revolución Francesa. Y en 1863, Alexandre le Grand, la redescubrió y la comenzó a distribuir bajo el nombre de Benedictine.

Absenta:
Creado en el s. XVIII en Suiza por Pierre Ordinarie, un doctor francés que se dedicó a estudiar la destilación del ajenjo para sacar partido a sus propiedades curativas.
Y cómo se iba a imaginar su creador, que este elixir medicinal iba a llegar a ser la bebida maldita, la diabólica de las diabólicas.
Absenta, la también denominada hada verde, pues engancha por su belleza y por su crueldad. Más allá de su atrayente y casi hipnotizante color, es impía e implacable, no dudará en engancharte y acabar contigo.

La absenta llegó a su auge allá por el siglo XIX en Francia, en período de la Ilustración. Los más famosos poetas lo consumían para inspirarse, o para dar rienda suelta la tenebrosidad de sus esencias.
Y en los cócteles de las barras americanas comenzó a aparecer sobre el 1900, cuando era muy común añadir al menos unas gotitas de este licor donde predomina el olor anisado. Incluso se llegó  a hablar de un fenómeno llamado “ Absinthism”, parecido al alcoholismo pero más depravado.
Muchos culpaban de esto a las tuyonas, una neurotoxina que se encuentra en hierbas como la marihuana, la cual causa daños cerebrales. Pero falsa alarma, es muy pequeña la cantidad que hay de esta sustancia en la absenta para ser considerada la culpable.


Hay momentos en la vida en los que nos toca tomar decisiones, vemos señales, y es  cuando personalmente gusto de rebuscar en mi interior para ver qué camino seguir; izquierda o derecha, malo o bueno, mejor o peor. Momentos cruciales en los que lo que los demás opinen debería quedar a un lado, y ser nosotros.
No sé el motivo ni la razón, de aquel preciso momento me decidí por ti, y ni imaginarme cómo iba a cambiar el cuento. Prácticamente te vi nacer, estaba ahí cuando vertían tus ingredientes en el vaso mezclador, te removían y mezclaban con cuidado. ¡Ay, qué cariño te fui cogiendo! Una vez frío te vertían en una copa coupé, te decoraban y hete ahí frente a mí.
Te fui saboreando sorbo a sorbo, algunos frescos, sobre todo los primeros; luego éstos dieron paso a infinidad de tonalidades, pasando por fuertes, ardientes, y las amargas como la hiel.
De esta aventura que fue saborearte me quedo con todas las sensaciones, unas para aprender de ellas, y otras para llevarme lo mejor de ti. Ahora, con la copa ya vacía, dejo atrás este capricho del destino, paso página y doy paso otros nuevos y diferentes