Mi propósito con esta andadura es expresar mi visión y opinión, extravagantes o no, sobre aspectos de la vida, usando la coctelería como metáfora. Para ello voy a crear mi recetario personal de coctelería.

Mi vida ha estado girando en torno a la coctelería desde hace ya algunos años. Empecé en esto por casualidad y, desde el principio, ha sido un mundo que me ha fascinado. No sólo por el espectáculo que conlleva su elaboración, sino también
porque es una vía a través de la cual se pueden expresar (y provocar) sensaciones y emociones, usando de una manera muy sutil los distintos sabores, olores, colores y formas.

En la coctelería, así como en la vida misma, hay que mezclar los ingredientes adecuados en su justa medida, para así obtener diferentes matices de cada momento. Y, en el saber mezclar los ingredientes, está el secreto del buen vivir.


TRANSLATE

EnglishAlemánFrancésEspañolItalianoNetherlandsRusoPortuguésChino SimplificadoJaponés
CoreanoÁrabe

sábado, 30 de abril de 2011

"Spontaneity". Un cuento de príncipes, princesas... y sapos.


¿ Harto/a de besar sapos? De los príncipes y princesas que se convierten en sapo, de vivir en una desilusión constante. 
Esta puede que sea una historia cualquiera, pero quién sabe, a lo mejor es tu historia, pues narra cosas cotidianas de la vida. Así que mi invitación para esta ocasión, que me prestes un poco de atención, déjame intentar que se mueva algo dentro de tí... Tu corazón.
Y como en toda buena historia, un buen comienzo es presentar a los integrantes que la componen.

REPARTO:
El príncipe: Dícese del personaje idealizado por el/la protagonista. Ése que roza lo etéreo, no tiene defectos, todo en él es absolutamente maravilloso. Ni una nota discordante enturbia su apariencia. Personaje adorado por el/la protagonista.
Nada importa que sea seco o austero, su calidad son máximas... 
Son 60 ml. de ginebra. Y sin preámbulos, Junípero Gin, hecha en San Francisco, una ginebra de gran pureza y donde el sabor seco es el predominante... El porqué de esta ginebra, pues sólo el que lo ha probado lo sabe.
El sapo: A este personaje se llega a través de varios caminos.
Normalmente, nace en forma de sapo y por más besos no cambia de forma, se queda en sapo.
Y en ocasiones, es en lo que se convierte el príncipe, puede que siempre haya sido sapo, y con el tiempo el/la protagonista empieza a notarle las verrugas  y escuchar su croar característico. Pues tengo la fehaciente teoría de que la esencia de sapo siempre está presente, ésta se podrá disimular, e incluso hacer hibernar por un período de tiempo, pero tarde o temprano sale a relucir el sapo que se lleva dentro.
Tan sólo hay que aderezar, aderezar, y aderezar y dejar que pase el tiempo. Ir probando diferentes combinaciones, observar a los príncipes desde los diferentes puntos del prisma. Y aliñar, como por ejemplo con 30 ml. de Velvet Falernum, un sirope dulce producido en las Barbados, usado tradicionalmente para dar sabor a las bebidas con ron. Pero ha sido redescubierto en la coctelería ya que adereza a la perfección a muchas otras bebidas, tales como el bourbon o la ginebra.
El Velvet Falernum aporta sabor a lima, almendra, jengibre y clavo... Aroma, vitalidad, frescura... 
Los besos: Que si bien no están presentes en esta historia, en tan importante cantidad como los personajes mencionados anteriormente, son vitales en este relato.
Los besos de esta historia son:
Cada beso es un riesgo, un sabor que ponemos a prueba en cada cóctel. Damos los besos porque nos apetece, y con ellos regalamos un pedazo de nosotros a quien besamos. 
Y, por supuesto, hay muchos tipos de besos, los de nuestra historia son:
El primer beso, dos hojas de shisu, ingrediente imprescindible en la cocina oriental, aparte de su característo sabor, suave a la vez que contundente y fresco. Se tiene la creencia de que estas hojas protegen al organismo de intoxicaciones.
Cultura oriental, actitud zen para lo que pueda acontecer. Aceptar el riesgo, siempre con paso seguro, no amilanarse ante cualquier verruga que nos podamos encontrar en el camino. Y, aunque aparentemente no expresemos esta confianza, lo importante es tenerla en nuestro interior, pues saldrá a la luz en el momento adecuado, nunca antes ni después.
El segundo beso, dos dashes de Peychaud’s Bitters, El amargo beso de la verdad, son esos que uno da con toda la ilusión, en los que uno pone el corazón en ello y luego resultan tanto o más  amargos que un bitter. Este bitter fue creado en 1830 por  el boticario Antoine Amédée Peychaud, en Nueva Orleans. De características muy similares al Bitter Angostura, pero con un sabor un poco más suave. Y cabe descatar su alta graduación alcohólica. Peychaud’s Bitter fue creado como medicamento, pero al igual que la Angostura, debido a sus altas connotaciones amargas, se ha convertido en un ingrediente clásico en  coctelería.
El tercer beso, 25 ml. de zumo de lima, la frescura de esos besos dados con picardía, o en otras palabras, el divertido juego de la seducción, que nos aporta vitalidad, ilusión; en definitiva, el aceite de la vida.
Y, el cuarto y último beso, un dash de aceite de sésamo, que mejor remedio para las afecciones de miocardio. Un toque de sésamo para este corazón maltrecho que se nos está quedando, que hay que empezar a mimarlo y que mejor que comenzar nosotros mismos.
Y por fin, la historia, una de príncipes, princesas, sapos y besos.
Cuando de besar se trata, cabe destacar que es un riesgo singular. Pues ponemos a merced de terceros un pedazo de nuestro corazón. Unos ponen más, otros ponen menos; lo cierto es que casi todos habremos quedado alguna vez, hartos de besar tanto sapo.
En un principio todos parecen apuestos príncipes o dulces princesas que nos deslumbran con sus encantos. Nos hacen ver espejismos y les entregamos nuestros besos sin dudarlo un instante, pero, una vez entregado el beso, hay una alta posibilidad de que toda galantería y dulzura se transforme en otra cosa, y cualquier parecido con lo inicial es pura casualidad... 

Ante tal alta deshonra , muchos pronunciamos la misma frase, esa que dice así: “ ¡ Nunca más!”. 
Y de este modo cerramos a cal y canto nuestro maltrecho corazón, nos negamos a volver a dar un beso, sin caer en la cuenta que de este modo lo hacemos huraño. Es más que probable que éste no vuelva a sufrir a causa de terceros, pero s aseguro que no hay nada más desolador que vivir con un corazón que se marchita por segundos y no hacemos nada por evitarlo, pues en él empieza a brotar la ponzoña que acaba por extenderse a todos los rincones de nuestro ser.
Y para estos casos, cuenta la leyenda que lo mejor es una pócima, y que mejor pócima que un cóctel, como este Spontaneity, un cóctel creado por Alex Kratena, del Artesian Bar, en el hotel Langham de Londres. Un inciso, para recalcar que ha sido un placer conocer a Alex, ya no sólo por deleitarnos con sus cócteles en el Artesian Bar, sino por su simpatía y su grandeza... Alex, un placer.
Volvamos pues a la pócima, Spontaneity, perfecta para estas ocasiones, pues contiene todos  los integrantes de esta historia, los buenos y los malos, todos mezclados en perfecta armonía y en su justa medida. Así, vertemos todos los integrantes de esta pócima, menos el aceite de sésamo, en una coctelera con hielo, agitamos, y vertemos en una copa de cóctel previamente enfriada. Como decoración, y ahora sí está completo el reparto, el dash de aceite de sésamo.
Así que bebe, bebe, a ver si así hago entrar en razón a tu tosco corazón, que se dé cuenta que no hay malo sin bueno. Que lo malo, si alguna vez fue bueno mereció la pena haberlo vivido, aunque fuese sólo un instante. 
No cierres tu corazón y vuelve a besar cuánto antes, pues aunque duren un instante, son los que hacen que merezca la pena haberte conocido. 
Psst, pssst, aun no he acabado... Aunque no lo creas, a pesar que muchos hayan rechazado y mancillado tus besos, hay alguien que se muere por un beso tuyo.