
seductor halo de misterio, "el hada verde", bebida que tuvo una gran controversía y auge en Francia a finales del s. XIX, cuando la gran mayoría de artistas bohemios y atormentados la consumían sin límite en los bares de la época, y desde entonces tuvo que cargar con la fama de ser alucinógena, e incluso de atribuirsele el poder de llevar a la locura a quién lo probase. De ella han escrito cosas tales como :" Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, se ven las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir." Oscar Wilde.
A esta bebida se le han dedicado cuadros, como "El bebedor de absenta" de Pablo Picasso.
Eso sí, debido a la controversía que había causado,en 1915 se prohibió la producción de absenta, hasta que, más de medio siglo después, y debido a su gran demanda, se ha ido levantando dicha prohibición en muchos países, pero estableciendo algunos límites como el contenido máximo de tuyonas o su graduación alcohólica.
A poco que me ponga a pensar estos mitos y diversas leyendas urbanas que se atribuyen a la absenta me recuerdan muchísimo a ese veneno, que , ¿cómo lo llamamos? Ah! sí, ese veneno llamado amor.
La absenta es una bebida con un altísimo contenido alcohólico, hasta 89,9º, su sabor es ligeramente anisado, con un retrogusto amargo y unos tintes complejos. Aunque es considerada como licor, la absenta no contiene azúcar.
Esta bebida fue creada en Suiza, en un principio tenía fines medicinales, está compuesta a base de hierbas y flores, casi todas ellas medicinales y aromáticas, predominando el ajenjo, y también cabe destacar la presencia de la tuyona (tujhone), es un aceite esencial que produce efectos parecidos al cannabis, y el consumo de una dosis elevada de este aceite puede ser letal, de ahí el mito de la absenta como bebida venenosa.
¿ A qué os recuerdan estas características? Sí, sí, me repito, a eso que llamamos amor. Ese extraño estado que todos ansiamos, en el que creemos estar en la felicidad extrema. Ese sentimiento cuyas primeras dosis nos transportan a un estado de felicidad extrema e irreal. Nos hace ver a la persona amada como el centro de un universo ideal, todo gira en torno a esa persona. Y, por más que nos repitamos eso de , "jamás volveré...", siempre nos volvemos a entregar a esa vorágime de giros. Por lo que se podría decir que cuando estamos en ese estado de amor ( enamorado), en el ser humano se dan lugar una serie de reacciones químicas que nos hace segregar sustancias que se podría considerar alucínogenas... y eso sí, el amor tiene un altísimo poder de dependencia.
Y me atrevo a decir que consumida en altas cantidades puede llegar a ser venenoso, hasta el punto de anularnos como personas y convertirnos en marionetas a merced del ser al que amamos.
Otro efecto que podría tener el consumirlo en altas cantidades es que empecemos a tomar conciencia de lo que no es real, hasta que finalmente somos capaces de discernir que estamos viviendo una mentira y el ser amado no es tan ideal como creíamos.
Volviendo al tema que estoy usando como referencia, la absenta, se recomiendo no tomarla sola ( debido a la alta graduación alcohólica y sus componentes), por lo que la ingesta de absenta conlleva un rito de preparación. Lo mismo pasa con el amor,

colocar encima de un vaso cónico, la cuchara típica para la preparación de la absenta, y encima de dicha cuchara colocar un terrón de azúcar. Seguidamente verter una dosis de 25 ml. de absenta, y a continuación prender el terrón empapado en absenta y dejar que se derrita y caiga el líquido derretido dentro del vaso. Añadir agua para amortiguar las llamas.
En el amor el ritual a seguir también es de una gran importancia, pero eso sí, en el amor, los rituales a seguir son infinitos no siempre dan los resultados deseados. En la gran mayoría de las ocasiones, cuánto más no empeñemos en que salga bien, peores resultados obtenemos.
En conclusión, recomiendo encarecidamente el consumo, eso sí, sin abusar demasiado, de la absenta y del amor, por lo menos una vez en la vida, porque por muy fatales que puedan ser sus consecuencias, merece la pena vivir aunque sea por un

corto espacio de tiempo, esa realidad que soñamos. Y aunque el riesgo es alto, vivir ese mundo irreal es lo que nos hace sentir vivos y lo que da color cuando vagamos sin remedio por el abismo de la costumbre.